Del Barrio de la Serna a Le Parc de la Serna

¿Qué relación existe entre el Barrio de la Serna y la casona del mismo nombre erigida en Colindres de arriba, y dos parques situados en Charleroi (Bélgica) y Keukenhof (Holanda)?

Estos últimos están ubicados sobre terrenos vinculados a Simón de Santander, emparentado con el linaje de la Serna; además, el parque belga lleva el nombre de su sobrino, el erudito y bibliógrafo colindrés Charles Antoine de la Serna.

Carlos Antonio de la Serna y Santander nació en Colindres el 1 de enero de 1752. Estudió en el colegio jesuita de Villagarcía y, tras cursar filosofía en la Universidad de Valladolid, fue ordenado sacerdote e ingresó en la Compañía de Jesús.

Su carrera eclesial, sin embargo, se vio alterada por los eventos y decisiones que le llevaron a residir en el extranjero y a sumergirse en un mundo al que dedicaría su vida y talento: el de los libros. En efecto, en 1772, antes de finalizar su noviciado, Carlos Antonio se vio obligado a abandonar España tras la orden de expulsión contra la Compañía dictada por Carlos III en 1767.

El joven exiliado se asentó en Bruselas, donde residía la familia de su madre. Allí conoció a la persona que marcó su destino: su tío Simón de Santander y San Juan, secretario de su Católica Majestad y señor de Hodiarbois y de Keukenhof. Éste había reunido a lo largo de los años una relevante biblioteca de la que, por avatares de la vida, se vio obligado a desprenderse en subasta pública realizada en su domicilio de la Rue Haute el 1 de octubre de 1767: el catálogo que elaboró comprendía unas 1.850 referencias. No obstante, su amor por los libros le embarcó en la adquisición de una nueva biblioteca: una labor en la que involucró a su sobrino Carlos Antonio, despertándole una pasión bibliófila que ya no le abandonaría.

La nueva biblioteca superó en importancia a su predecesora, llegando a ser calificada como la mejor de entre las librerías privadas de los Países Bajos. Hito al cual sumaron la salvaguarda de la antigua biblioteca de los duques de Borgoña en Bruselas, víctima de sucesivos saqueos tras la invasión francesa. Una labor bibliográfica que se ganó la dedicatoria que el historiador y magistrado alemán Christoph Gottlieb von Murr incluyó en su obra Notitia libri… (Nuremberg, 1790).

Carlos Antonio, sin embargo, no olvidó sus raíces, manteniendo correspondencia con otros jesuitas exiliados, como el escritor e historiador Manuel Luengo Rodríguez.

Tras la muerte de su tío Simón en 1792, heredó la biblioteca que le había ayudado a reunir. Aunque, ironías del destino, hubo de seguir sus pasos cuando se vio también obligado a desprenderse de la colección de libros. Y, al igual que su tío, elaboró un cuidadoso catálogo para su venta, ejecutada en París en 1809; éste va precedido por una emotiva carta en la que expone los motivos de la enajenación, dedicada a su hermano mayor Fernando de la Serna (1747-1820): “sacrifico a la necesidad imperiosa, el único placer que he tenido en el curso de mi vida, el único que me queda y el único que puedo esperar”.

Como experto en libros antiguos publicó varios tratados: Mémoire, Praefatio, Dictionnaire… Pero, además, convirtió aquella pasión en su profesión. Así, tras ejercer como bibliotecario en el departamento de Lyde y ser Correspondant del Institut de France, fue nombrado primer director de la Biblioteca Pública de Bruselas, creada a partir los fondos rescatados de la biblioteca de Borgoña y embrión de la futura Biblioteca Nacional de Bélgica.

Esta actividad no le hizo aislarse de la realidad que lo rodeaba y en 1811 firmó un manifiesto de apoyo a Fernando VII (retenido en Francia tras su renuncia a la corona española en favor de Napoleón), por lo que fue obligado a cesar de su cargo. Prueba de que no se había desentendido de su país natal, pues, como expresara a su hermano cuando enajenó su colección: “consolación que me será todavía más agradable, si tuviera la suerte de poder establecerla en España”.

Murió en Bruselas en 1813, en su residencia de la Rue Haute, a los sesenta y un años. Su legado lo componen las obras que escribió, los libros que preservó y la biblioteca que puso en marcha, además del hermoso Parc de la Serna. Sería apropiado homenajearlo también en su pueblo natal, quizá bautizando con su nombre algún espacio o dependencia municipal.

Pie de foto: “Le Parc de la Serna, un rincón colindrés en Bélgica”. Cedida por el Ayuntamiento de Charleroi (Bélgica).

Textos: Yolanda Arce y Ángel Revuelta

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Publicado el

11 abril, 2018

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