La apertura del Puente de Treto en mayo de 1905 fue recibida con enorme alegría por la población de las comarcas circundantes de la ría del Asón, como demuestra la multitudinaria manifestación celebrada el día 20 de aquel mes: miles de personas provenientes de los municipios de ambas orillas cruzaron el puente para encontrarse, simbólicamente, en su centro.
Tal júbilo no era para menos, pues suponía la culminación de la Carretera de la Costa (que en la zona portuaria colindresa era conocida como “La Calzada de Colindres”), eliminaba el punto negro de la Barca de Treto, comunicaba las comarcas orientales con Santander y el resto de la provincia y facilitaba la exportación del producto pesquero hacia Castilla, mediante la línea de ferrocarril Santander-Alar del Rey. Evitando así el largo camino por Los Tornos o a través del puerto de Bilbao.
Por ello, su construcción fue apoyada por los municipios de Colindres, Bárcena de Cicero, Laredo, Liendo y Castro-Urdiales, además de Santander y Bilbao e instituciones como la Diputación Provincial o el Ministerio de Fomento. En Santoña se dieron posiciones encontradas, basculando de la indiferencia inicial a un apoyo abierto a una evidente mejora de sus comunicaciones con el oriente regional y Bilbao; como demuestra la suscripción popular a su favor realizada en 1884.
Sin embargo, las comarcas interiores del Asón se opusieron desde un principio al proyecto. Los municipios de Limpias y Ampuero, junto a Marrón, Rasines, valles de Ruesga, Soba, Ramales y Lanestosa temían que el puente bloqueara el tránsito mercantil por la ría y estrangulara su principal vía comercial. Alegaban, además, que el paso de la carretera por Colindres-Treto les condenaría a una posición comunicativa marginal. Negaban los supuestos beneficios que contraería la construcción del puente y alertaban de “perjuicios incalculables para toda la comarca y sus limítrofes, viniendo a producir la anulación del puerto de Limpias”.
El enfrentamiento dialéctico alimentó una polémica reflejada en la prensa local de la época. Intervinieron en la pugna periódicos como “La Unión de Laredo”, “El Avisador de Santoña”, “El Sol de Castro” o “El Cantábrico” de Torrelavega. En sus páginas se multiplicaron, a lo largo de las décadas finales del siglo XIX, las réplicas y contrarréplicas, confrontadas con grandes dosis de pasión que no excluyeron los ataques personales.
Los argumentos contrarios al puente fueron reunidos en una publicación explícitamente titulada “La contra del proyecto de el Puente de Treto o defensa de la navegación hasta Limpias”, editada en 1885 por el Ayuntamiento de Limpias y que reunía una serie de artículos de Francisco Juan de La Piedra, quien escribía en “El Cantábrico” firmando como “El Corresponsal de Limpias”. De ahí surgió el apelativo de los detractores del puente, “La Contra”, en oposición a cómo eran conocidos sus defensores: los “Tretistas”.
En el libro, De La Piedra exponía sus tesis en contra del puente, aludiendo a la relevancia de la ría del Asón como vía de comunicación y al puerto de Limpias como su centro neurálgico, punto de embarque de granos de Castilla, minerales de Rasines y Lanestosa y carbón de Carranza, Trucíos, Ruesga y Soba. Planteó asimismo las dificultades técnicas y el elevado coste que implicaba la construcción del puente metálico, calificándolo de “empresa temeraria” y no confiando en su tramo giratorio como garantía para el tráfico fluvial. Alegó las ventajas que distinguía en un trazado alternativo de la carretera, sorteando el río a la altura de Limpias-Ampuero. Y argumentó los escasos perjuicios que percibía en la no construcción del puente, apostando por una mejora del servicio de barcaje.
Los “Tretistas”, entre los que destacó el santoñés José Rocillo, cuestionaron la auténtica relevancia comercial del puerto de Limpias y de la ría, progresivamente saturada por los depósitos de arenas; y damnificada, además, por la consolidación de Santander como único puerto regional de exportación e importación. Defendieron que un desvío de la carretera resultaría más dificultoso, a causa de la orografía, y más caro que el presupuesto del puente (600.000 pesetas). Consideraron inviable el sostenimiento de la Barca de Treto ante el crecimiento del tráfico de personas y mercancías, prueba del vitalismo del bajo Asón frente al decaimiento de las comarcas interiores, así como de los puertos pesqueros respecto al fluvial de Limpias.
Esta pugna alcanzó su cénit con el inicio de las obras en 1897, hasta su culminación en 1905. A partir de entonces, el Puente de Treto ha demostrado ser, durante más de un siglo, una auténtica palanca de desarrollo.
Pie de foto: El puente en obras, por cuya tardanza fue conocido como “El Esqueleto Elocuente”. Fuente: Archivo Carmen Urriola.
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